Hermann Hesse nos ofrece en la serie de sus novelas y relatos la visión de un mundo esencialmente intimo. Aseguraba no haber escrito otra cosa que lo que "quería salir de el" , y nos lego una obra que hay que considerar, en su conjunto, como una confección, una descripción de su manera de pensar y de su vida, "idealización no, solo confección''. Con razón llamaba a su trabajo ``biografías del alma'', en ninguna se trata de historias, intrigas y tensiones; en el fondo son monólogos en los que una sola persona se contempla en sus relaciones con el mundo y el propio yo.
La obra de Hesse fue desde el principio "juego e intento'' de superar las propias experiencias y sensaciones. Para él, comenzaba siempre un nuevo trabajo en el instante en que vislumbraba un personaje que desde algún tiempo podía convertirse y portador de su experiencia, de sus pensamientos de sus problemas. En este sentido todos los personajes principales son esbozos de su yo, desde Hermann Lauscher, que se ha convertido, de manera especial, en la figura mítica del yo de Hesse por su manera de servir, de obedecer y protestar.
Toda su producción abunda en pasajes autobiográficos, como las cuatro minuciosas biografías poéticas de Glasperlenspiel, biografías conjetúrales en el sentido de Jean Paúl. Muchos textos de Hesse sin tener que recurrir a sus cartas ni a sus diarios, arrojan luz sobre los conflictos de su existencia, como sus apuntes de viajes, sus recuerdos de personas, las descripciones de su vida cotidiana, sus reflexiones sobre la edad, sus confecciones... Son apuntes que dan una visión de una vida que hacia afuera transcurría tranquila, pero que también estaba acechada por problemas, dudas, desesperación y destrucción.