Las raíces del Canto general están bien hundidas en la entraña y en la experiencia humana del poeta. Para él este canto equivale a la asunción entera y todavía cifrada de su doble naturaleza americana.
El desterrado voluntario del Oriente que sólo atisbó oscuramente y desde lejos la entrada en la madera, el apogeo del apio y el estatuto del vino; el lobo que se descubre hombre al calor de la amistad española y del vínculo mágico de la sangre derramada, vuelve ahora sobre sus orígenes, escucha la voz de la tierra y del hombre americano, y encuentra al fin su materia original.