Llevar un diario no es fácil. La tarea requiere observación, constancia, disciplina y, aunque no lo parezca, mucha valentía para poder plasmar los sentimientos más íntimos sobre el papel. Ahora imagínense hacerlo mientras se está oculto para poder permanecer con vida.
Admirable, ¿no? Ana Frank, una jovencita de trece nunca imaginó que su forma de sobrellevar el terror de la persecución nazi y de liberar su mente del encierro la llevaría a crear uno de los testimonios más conocidos de la Segunda Guerra Mundial.
Publicado en 1947 por el padre de Ana, Otto Frank, este diario no solo cumplió el deseo de una niña de convertirse en escritora, sino que es uno de los registros más conmovedores y representativos de algunas de las múltiples penurias que los judíos padecieron durante ese periodo.