El hombre está, como viviente, expuesto de modo radical al otro e intervenido por él. Esa incertidumbre del cuerpo le encamina hacia encuentros fundacionales para los que carece de pautas de satisfacción y de consolación. No hay armonía entre los hombres. Por eso el sujeto es insustituible en su deseo. El hombre, sin argumento, puede, sin embargo, convertirse en fanático del argumento. Para asegurarse del otro sólo le sirve uno: el argumento sadomasoquista. La causa colectiva toma de la causa científica lo que tiene de conquista, no de saber. Pero la causa subjetiva reaparece en su determinación, como constancia de la pérdida de realidad. En el síntoma el sujeto se da cita con la disparidad de la pulsión, la violencia de la demanda y el fracaso de la identidad. Herido de realidad, en busca de realidad, dice Paul Celan del hombre. De esa herida y de esa bpusqueda trata este libro.