El principito, a través de un díalogo con un personaje misterioso, acentuadamente encantador por la
ingenua manera de relacionarse, de hablar, de pruguntar, hace una minuciosa revisión del proceder humano, de las actividades que le preocupan a las personas y a las que se entregan, haciendo a un lado otras que los nutrirían de modo más gratificante, que les desgastarían menos el cuerpo y la mente. Todo esto a través del viaje del principito, el personaje principal, por varios planetas antes de llegar a la Tierra, ahí está el elemento fantástico, habitan personajes con oficios que sólo realizarían personas.
En el Principito, Saint-Exupéry hace también una crítica a sí mismo que incansablemente pasa de avión en avión, tal vez mecánicamente, como farolero que pretende y apaga el farol sin detenerse a meditar sobre su actividad, sólo haciendo y haciendo lo mismo, mecánicamente, de manera obsesiva.