1968 quedó grabado en la memoria colectiva de los mexicanos por el movimiento estudiantil que terminó con una masacre nunca esclarecida del todo. El pueblo fue víctima de las instituciones que habían jurado defenderlo, pero el país ocultó su llanto y lavó la sangre de los caídos para dar su mejor cara ante el mundo durante los Juegos Olímpicos que organizaba ese mismo año.