Como todo el mundo a los veinte años, Ryan Cusack está intentando averiguar quién es. No es un buen momento para que su jefe aproveche su doble nacionalidad y abra una nueva ruta de narcotráfico entre Italia e Irlanda. Ni tampoco es la mejor ocasión para que su adorada novia decida que es un corrupto sin remedio y lo abandone. Y, definitivamente, desearía no haber llamado la atención de una huraña abuela que se cree su salvadora.