Cuando Gulliver, médico de barco, despertó, pasaban cuerdas delgadas, pero muy fuertes, alrededor de su cuerpo. Sintió algo que subía por su pierna, continuó a través de su pecho hasta casi llegar a su barba: era un hombre pequeñísimo, no mayor a 15 centímetros de altura, armado con arco y flechas. Pronto descubre la capital de Liliput, una ciudad llena de estos pequeños seres, quienes se aprovechan de su gran tamaño para resolver rencillas internas y después acusarlo de traición. En su escape, Gulliver llega a Brobdingnag, ciudad de los hombres gigantes, donde se convierte en un espécimen para analizar y ser diseccionado. Ambas, civilizaciones idílicas que se esfuman con resultados negativos para convertirse en distopías.