El objetivo central del seductor es la posesión física de la mujer; sin embargo, en esta novela, el autor a través de su personaje nos propone una conquista más profunda, más completa, lograda tanto por el juego de la tensión emocional mediante el recurso de la epístola, así como por el dominio de la poética como arma de seducción y tratada como categoría erótica.
El seductor por excelencia es el Diablo, y es este el protagonista de la novela: una variante de Don Juan; un desdoblamiento del propio Kierkegaard, un alter ego irremediablemente insatisfecho que desea de cada mujer su femineidad entera; un Don Juan humorista, razonador mefistofélico, vampiro en su implacable absorción de la mujer amada y martirizada, en su ruptura de todo límite en una inacabable búsqueda de la saciedad.
Por su parte, Cordelia, la víctima, la mujer conquistada a base de promesas de amor, confiesa después de la muerte de Kierkegaard que no es capaz de sentir rencor. Regine Olsen -alias Cordelia- perdonará años más tarde a su seductor amante, e incluso leera textos del escritor inspirados por ella en compañía de su marido Johan Frederik Schlegel.