Tener un nombre propio hace que las personas ocupen un lugar en el mundo. Esta historia ilustra el tema cuando el dragón Plácido descubre, tras comerse un libro, que su nombre es justo lo contrario a su personalidad.
Por su parte, la mariposa Bárbara encuentra que lo que representa su nombre es terrible, así que se dedica a deambular solitaria por el bosque, hasta que tiene una idea brillante: buscar al dragón e intercambiar los nombres.