A veces estamos tan ocupados en nuestros problemas cotidianos y en nuestros pequeños debates políticos, que no somos capaces de darnos cuenta de lo mucho que cambia el mundo. Discutimos durante horas sobre la reforma del Estado, sobre la selección de los candidatos para tal o cual puesto de elección popular, sobre el desempeño del Presidente o de sus secretarios, sobre la calidad educativa, sobre el resultado de la selección nacional de futbol o sobre la corrupción de nuestros funcionarios, pero no siempre advertimos que tales debates en alguna medida se van volviendo irrelevantes frente a las nuevas formas de comprender y analizar el mundo.